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Iron Maiden: El Legado de la Bestia en México

Tres conciertos en México con 66(6) mil personas en total, 16 álbumes, más de 40 años de historia, millones de discos vendidos en todo el mundo, un show como pocos en términos de espectacularidad. Eso, y mucho más, es Iron Maiden.

La “Doncella de Hierro” regresó a nuestro país después de tres años de ausencia, habiéndo estado en el Palacio de los Deportes en dos ocasiones para presentar su (en ese entonces) nuevo álbum: The Book of Souls. En esta ocasión no hubo un disco para promocionar, sino un legado visual y musical que ha marcado a generaciones completas, un legado que fue compilado dentro de un juego para teléfono celular al que Iron Maiden llamó Legacy of the Beast. Lo que vimos dentro del Domo de Cobre, fue un acertado tributo a su enorme historia.

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Cómo transcurrió el concierto

Unos minutos después de ver a The Raven Age, como teloneros, las pantallas del recinto mostraron un video promocional del juego de Iron Maiden. Después, el sonido local hizo sonar Doctor Doctor de UFO para dejarle claro a los fanáticos que la espera había llegado a su fin, mientras hombres vestidos como soldados alistaban el escenario que tenía un acomodo prácticamente idéntico al de ocasiones pasadas, pero sería utilizado de maneras completamente distintas. ¡El ritual para invocar a la bestia comenzaba!

Al término de la canción, el rugido de los motores de avión y la icónica voz de Winston Churchill sacudieron el recinto. Los poderosos acordes de Aces High se apoderaron de nuestros oídos mientras la penumbra hacía lo mismo con el escenario. Las luces se encendieron y los seis músicos subieron al templete, mientras un avión militar volaba sobre ellos. Así es, ¡UN AVIÓN!, concordando con el tema de la canción: la Batalla de Inglaterra de 1940, peleada totalmente por aire.

Al finalizar, Where Eagles Dare sorprendió a todos y complació a los fanáticos de hueso colorado, para después regresar a los clásicos con 2 Minutes To Midnight, coreada cada noche por 22 mil fans enloquecidos. Steve Harris, la mente maestra detrás de la agrupación inglesa, agarraba su bajo como un rifle, apuntaba y hacía el movimiento de un disparo, ¡Iron Maiden siendo Iron Maiden!

The Clansman, del disco Virtual XI y concebida durante la época de Blaze Bayley, dejó claro que la banda venía no solo a tocar sus éxitos, ni enfocados en una época en específico dentro de sus más de 40 años de historia. Fue una joya sacada del baúl de los recuerdos a la que siguió The Trooper, con Eddie apareciéndose sobre el escenario, encarnando a un soldado británico.

Cada voz dentro del Palacio de los Deportes cantó el pegajoso coro, mientras Bruce Dickinson corría de un lado a otro con una espada y alcanzando notas muy altas. A veces era difícil creer que el hombre no solo tiene 61 años, sino que ya le ganó una batalla al cáncer.

Hasta ese momento, la batería de Nicko McBrain estaba oculta, tras lo que parecía ser camuflaje, y es que la decoración del escenario daba a entender que estábamos en medio de una guerra, haciendo mancuerna con el tema de todas estas canciones. Pero con el fin de The Trooper y unos cuantos efectos sonoros, entramos a la Catedral de Iron Maiden para escuchar Revelations y For The Greater Good of God.

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Un gran vitral central acompañado por pilares en ambos costados (cuatro en total y todos con vitrales recordando portadas icónicas en la historia de Maiden), engalanaban el escenario en conjunto con unos pequeños candelabros que colgaban del techo. Cada uno de los elementos en la batería de Nicko, complementaban la estética de la catedral con vitrales que mostraban otras facetas de Eddie. Para ese momento, parecía que “La Doncella de Hierro” quería contar una historia.

Aún dentro de la Catedral, aunque ya sin el vitral central que fue sustituido por una nueva imagen de Eddie, The Wicker Man retumbó en el Palacio de los Deportes para revivir el disco Brave New World del 2000. Adrian Smith, con la misma sobriedad y sonrisa de siempre, movía sus dedos a lo largo del cuello de su guitarra. Al término, los fanáticos gritaban para hacerse notar, mientras un canto gregoriano anunciaba la llegada de otra joya oculta de la época de Blaze Bayley: The Sign of the Cross.

Un Bruce envuelto en una túnica negra y sosteniendo una cruz, corría nuevamente a lo largo del escenario junto a Steve, mientras Janick Gers, a la derecha, hacía trucos con su guitarra y continuaba tocando. Con toda la energía que emanaba del escenario, estos señores de más de 60 años parecen todo menos eso; en realidad, pareciera que tienen menos de 20 años y también pareció que los tres conciertos que dieron en México, fueron sus primeros tres conciertos en su historia.

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Flight of Icarus

Flight of Icarus fue otro de los grandes momentos de la noche. Era una canción que, hasta antes de esta gira, tenía más de 30 años de no ser tocada. Y regresó no solo con una magnífica ejecución, sino con producción de primer nivel: un Ícaro volador y esplendoroso abría sus alas en medio del escenario; Bruce, constantemente lanzaba fuego de una de sus manos, mientras con la otra sostenía el micrófono. Las llamas auguraban el conocido final de Ícaro, y en efecto, en los acordes finales de la canción, la gran figura alada cayó estrepitosamente al suelo.

Iron Maiden continuó la noche con festín de éxitos. Fear of the Dark, The Number of the Beast y Iron Maiden anunciaban nuestra llegada a la tierra de la oscuridad, como si la catedral a la que entramos hubiera nos hubiera llevado al nivel más bajo del infierno, uno en el que un Eddie monstruoso, diabólico e imponente estaba listo para recibirnos.

Con The Evil That Men Do se reanudó el concierto. Nicko McBrain todavía tenía energía para golpear sus toms y platillos mientras sonreía, y Dave Murray, con su sonrisa característica, movía sus dedos de un lado a otro durante el solo de la canción. No podía faltar Hallowed Be Thy Name en el setlist y fue justamente la canción que siguió. Por último, y cuando muchos habían perdido la esperanza de que sonara la famosa Run To The Hills, sus acordes pusieron a brincar y cantar a los fans por última vez en cada noche.

Al fondo aparecían distintas versiones de Eddie combatiendo al mismísimo diablo, recordando la pantalla de carga del juego Legacy of the Beast, que a su vez alude a la portada del sencillo de Run To The Hills. El ciclo se completó, y al ritmo de Always Look on the Bright Side of Life la historia llegó cada noche a su fin.

Esta serie de conciertos no solo fueron un recordatorio del gran Legado de la Bestia y es que se tocaron 16 canciones, incluidas en 10 de sus 16 álbumes. Estos conciertos contaron una historia y hacen realidad eso a lo que Bruce Dickinson hace alusión: “el teatro de la mente”.

Hay bandas que nos entregan un espectáculo visual impresionante en una pantalla, pero Iron Maiden no necesita eso; ellos dejan que la imaginación del público sea libre durante dos horas, y que ellos se encarguen de hilar cada uno de los hechos de los que fueron testigos. Después de 40 años de vida, La Doncella de Hierro sigue renovándose y demuestra por qué continúa siendo una de las más grandes bandas en el planeta.

Queda claro que Iron Maiden no es solo grandes números, música poderosa o portadas memorables. Maiden tiene ya todo un legado: ¡El Legado de la Bestia!

 

Escucha música de Iron Maiden, ACÁ

Texto: Alfonso Civeira Imagen: Iron Maiden

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